domingo, agosto 09, 2009

El silencio.

Te acompaña. Te observa mientras piensas.

Estoy acostumbrado a ella. Me gusta mucho. Medito cuando estoy con su presencia. Apago las luces y sólo me dejo alumbrar por la luz de la televisión o de la computadora, la mayoría de veces en "mute". Y no hago nada más que estar en silencio, pensar, leer y escribir.

El día a día es muy agitado. Diariamente hay muchas cosas por resolver. Muchos trabajos del que eres responsable. Muchos teléfonos, muchas reuniónes, muchos pasos.

Me encanta el silencio en mi casa, me gusta salir de viaje y observar nuevos lugares, me gusta en el viaje esperar a que no haya bulla para disfrutarlo mejor.

El silencio es mi regalo al concluír un día de trabajo, al regresar de alguna reunión o fiesta. Es el estado en el que más allá de las otras personas, logró capturar mi espacio y sacar mejores conclusiones.

Me gusta el silencio que llega después de un fuerte entrenamiento. Terminas tan agotado que no deseas hablar ni menos pensar. Es allí que uno se recuesta en la cama y sólo deja que el silencio te vaya ayudando a descansar.

Hay una canción que habla de el "sonido del silencio" y muchas veces, al estar en su presencia como ahora, puedo sentir que ese vacio en el que no se escucha nada en verdad es un sonido.

También, tengo una sensación de silencio mucho más agradable. Y es aquella que se logra después de haber estado en la cámara seca y de vapor en el sauna e inmediatamente ingresas a la ducha española.

Ese impacto con el agua fría te adormece y te manda a descansar. En ese instante en que estás recostado en la colchoneta, con el vapor que vez salir de tu cuerpo, entras en un estado en que cual se disfruta el silencio y la oscuridad. Llegan buenos pensamientos y deseos de que nunca se vayan esos minutos.
Me parece que el silencio se disfruta mejor con las luces apagadas. Es una combinación que me gusta mucho. Afuera el mundo se debate, se grita, decide, mientras que tú sólo tienes tiempo para tu tranquilidad personal.

Los ojos dicen mucho y también las expresiones. Y el silencio me ha enseñado a comunicarme en más de una oportunidad con una sonrisa o con un abrazo.

Las palabras pueden ser constructivas y destructivas y recomiendan decir lo necesario. En mi caso es un trabajo minucioso. Pero gracias al silencio he podido ordenar mis ideas y a mi mismo.

Seguiré en silencio un rato más. Mañana me espera un largo día de mucho ruído.


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