Aquellos días de semanas en que salía de mi trabajo, tomaba mi Combi y avanzaba rumbo a los distritos que me tocaba visitar para ofrecer papelería fina de la empresa en que trabajaba. Iba al Rímac, Lima Industrial, Lince y Breña. Y es allí (en Breña) donde aprendí la diferencia de escuchar música y vivirla. En esa época mi libro de bandera era “No me esperes en abril” de Bryce Echenique que compre a un ambulante y así avanzaba por las calles de Alfonso Ugarte hasta llegar a breña. En ese distrito, dentro de la lista que me tocaba visitar estaban muchas casas editoras y yo que aún no conocía a fondo este mundo de las letras me quedaba hipnotizado por la cantidad de publicaciones que habían expuestos en sus vidrieras. No sé si fue una de las cosas más importantes de mi vida, pero lo único que sé es que desde ese tiempo en que caminaba por Breña y el Centro de Lima una llama entrañable se extendió en mí ser. Y nunca más deje de ir por allá, y aunque las personas no lo puedan entender hasta ahora muchos sábados camino por jirón de la unión, me nutro de la gente, saludo a muchas personas por allá, visito breña, veo a la gente, me siento uno con las calles y remuevo en mi alma aquellas épocas de vendedor de papeles donde no sólo observaba sino que conocía personas que me darían esas alas para poder seguir adelante como son mi amigo Javier (a quien le decían pelícano), mi amigo Yuri ( con quien hasta ahora me veo) y tantos otros que me dieron mucho más que una simple amistad, me dieron su experiencia y su cariño fraternal.
Muchas personas me dicen que hice mil cosas a mis 20 y fue así aunque ni yo me la crea. Por eso pienso que esa fue mi mejor época y siempre la recórdase. Y ahora, después de tantas caminatas por la vida tengo gratos recuerdos, grandes y entrañables amigos en el Centro de Lima. Amigos que me aprecian tanto como yo a ellos. Y por eso, no saben la alegría que tengo de poder haber nacido en la ciudad de Lima y disfrutar de sus tradiciones y sus costumbres.
En el centro conocí a muchas personas que hasta ahora recuerdo y por supuesto adoro, como es el caso de muchos escritores que pasaron por esta ciudad y dejaron parte de su vida plasmadas en papel... que las líneas de este post quedarían cortas.
Jugando por la vida, uno de aquellos días me toco visitar una tienda donde vendían bustos hechos con yeso y al costado había una librería antigua. Conocí al dueño que me habló de muchas cosas, entre ellas de la literatura, ovnis, de la vida y hasta ahora lo recuerdo. No saben lo bien que me hace recordar esos tiempos.
Y hoy, más feliz que nunca, cojo mis discos (que compré en Quilca igual que mi tocadiscos) y los escucho o sino voy al centro donde conozco gente que disfrutan tanto como yo de una buena ranchera, un buen vino tinto seco o música de los 70... o de todos los años.
Dios es tan grande que permite que uno disfrute de todo cuando quiera…sin importar la diferencia de nada.
Nos saben lo feliz que me hace saber eso.
Que tengan un lindo día.
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