miércoles, abril 15, 2009

Chiclayando en Pimentel.

Paseando desde temprano. El mar choca con mis pies y la gente avanza tranquila. Estoy muy relajado y mi mente despejada para pensar y aclarar mis duda. La gente es buena y sabe que en lo simple radica la vida. Caminé sobre un muelle de madera y vi el mar desde arriba. El rebolotear de las olas y las maderas viejas que iba pisando me asustaron un poco, pero luego paso. Hoy fui a muchos lugares, conocí personas, y respiré aire puro mientras caminaba por la arena de Pimentel.
Allí, ya de tarde en la orilla, pensé una poesía:
*-*
Es frío aqui, en la orilla de Pimentel,
y mis pies despíertan por cada ola que retorna,
miro descender la arena y el agua y luego entro en calma de nuevo.
Hay mucha paz,
hay sol y viento,
y unas niñas que juegan a lanzarse al vacío.
El puerto viejo nos observa sin decir palabra
y yo callo por respeto.
Un hombre de otra provincia
que vende golosonas en la escalera me saluda,
reconoce que no soy de aquí y me dice que el también alguna vez
se perdió entre las olas, y ahora ya es parte de ellas.
Yo respiro la brisa del mar, le sonrío
y me siento unido por un momento este malecón.
No hay precio que pueda comprar,
un instante de meditación y grata compañía inesperada
en la orilla de este mar.
No existe.

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