martes, diciembre 09, 2008

Ya estoy en casa.


Hoy salí a caminar por la Huaca Pucllana. Vi los carros que pasaban y a la gente de siempre. Y allí, entre los saludos de amigos que cruzaban con bicicleta o en carro, aterricé mi alma y pise tierra que ya estaba en Lima.

Mi vida, después que llegó el avión y cruzó migraciones, continuó viajando por las calles del gran Buenos Aires. No me hacía la idea que ya estaba entre los nuestros, por más que el taxista me dio 5 soles falsos y las combis se cruzaban entre los carros.

Disfruté mucho mi viaje, las calles, los parques, la gente, los lindos momentos que pasé, los amigos y amigas que hice. La travesía dentro de un buqué tomando esa cerveza Quilmes que me acompañó todo el viaje.

La belleza de cada país. Las mujeres, el acento, todo tan distinto pero tan atractivo a la vez.

Por decir algo:

Me gusta sentarme en un bar en calle Florida y tomarme una botella de Stellar Artois mientras veo pasar a la gente y tengo un libro en la mano.

Me gusta caminar por las calles del tango, cerca a una estación del subte, comprarle música a la gente de la calle, entrar a las disqueras antiguas y llevarme algo de Gardel, Zitarrosa, conversar con la gente de los quioscos, tomar lo que ellos me recomienden y reírme un rato de la vida, porque sé que ese momento se irá pronto.

Me gusta entrar a los restaurantes, pedirme un vacío de carne y disfrutarlo con un buen vaso de vino, caminar por Lavalle y comprobar que a las 9:30pm todavía es de día. Ir al gran Rex y emocionarme con Serrat, caminar por la recoleta y ver a la gente recostada en los parques un domingo a las 8pm con un sol increíble.

Me gusta sentarme en las banquetas de la plaza San Martín mientras veo a la gente y compruebo que no hay serenazgos ni policías y que los perros no se pelean, caminar hasta puerto madero, ponerme el Ipod y escuchar “comedor piquetero” de Calamaro.

Me gusta avanzar por la casa rosada, ver la tumba de San Martín, comprarme una Fanta y descubrir que el envase es grande, avanzar por Santa Fé un día cualquiera y cruzarme con un grupo de chicas que están haciendo arte en las calles.

Me gusta ir al zoo y ver a los animales conviviendo como hermanos, cruzar al jardín Botánico y recostarme en uno de sus muros mientras una hermosa chica a un lado lee un libro en silencio. Me gusta entrar a un local antiguo y pedirme una buena pizza mientras que veo que el queso sobresale y luego disfrutar de unos ravioles increíbles con queso parmesano encima.

Me encanta tomar el bus en el paradero y ver un desfile de modas dentro del transporte, hacerme amigo de la gente que va a distintos senderos, llegar a la adorada plaza Francia, sentarme allí y caminar de regreso por calles desconocidas mientras mis pies están a punto de explotar.

Me gusta estar en Buenos Aires y decidir viajar a Uruguay, ir por 3 horas en la cubierta y frente al sol, hacerme amigos de personas de distintos países y hablar de la vida. Me gusta comer lo que se prepara en otros lados del mundo, sorprenderme por algunas cosas ricas y comprobar lo maravillosa e insuperable que es gastronomía Peruana, mientras me enamoro de unos ojos lindos que me ofrecen una cerveza Pilsen.

Me encanta rodearme de la gente que camina a distintos lados, encontrar a algún compatriota que se juega la vida allá y ver un espectáculo de arte en las calles. Nadie más que el que puede vivirlo, descubrirá que esto va más allá de una situación económica y social, es parte del arte que se expresa en las calles por años.

Me encanta escuchar a la aeromoza chilena ofreciéndome un vino en el avión y recibir los consejos de una bella argentina cuando estoy en el aeropuerto, me encantan los verdes y las edificaciones antiguas mezcladas con lo moderno de Buenos Aires, ver que aún existen las barberías y muchas cosas que se fueron cerrando en nuestra ciudad hace algunos años.

Me gusta la diversidad de razas y las casualidades de los viajes, los amores furtivos y las coincidencias increíbles.

Me gusta saber que me queda poco tiempo en algún lugar y entablar una relación en tan poco, luego ir a otro país y recordar lo que pasó y disfrutar con un buen vino de las experiencias que viví.

Me gusta ver un buen espectáculo de tango, estar en una impresionante obra de teatro función continuada, ir a la cancha de boca donde Maradona metió muchos goles, bailar un tango con una bella mujer en Caminito, sentarme en un muro y ver que el cielo es lindo y que estoy lejos de casa. Me gusta ver a los Gauchos, reírme con sus piruetas en los caballos, comer sus empanadas, viajar al Tigre, pasear en barco por el río mientras veo a lo lejos la montaña rusa, luego subirnos a un tren y conocer gente de otros países.

Me gusta regalar mis libros a quienes no conozco y me dieron tanto, me gusta ver los rostros de sorpresa y las recomendaciones que fui recibiendo a lo largo del viaje de gente desconocida, me gusta la gratitud del viajero, la belleza de los paisajes y la experiencia de tener monedas distintas en tu mano.

Me gusta reconocerme en la gente y recibir una sonrisa de alguien que quizás no vuelva cruzar, me gustan las expresiones de arte en San Isidro y ver a las personas bailando mientras me como un helado gigante y una chica escucha lo que le digo.

Me gusta saber que compro cosas que traeré a casa y las usarán con ilusión, que conozco personas en las librerías,que puedo tener la última discografía de Calamaro y Fito a la mano, que una bella argentina estará junto a mi horas preguntando por lo que hago mientras me entrega en la mano una de las últimas ediciones de Liniers y yo le digo que soy un vagabundo que va por el mundo.

Me encanta volver a subir al avión, y ya en el cielo, recordar todo lo que viví, la gente que conocí, los amores que quedan lejos y las travesías que pronto iré planificando. Todo siempre archivado en el baúl de la vida y que sirve para ser mejor persona.

Ya en Lima, y cruzando el manto de neblina, uno siente que unos días más hubiesen sido mejor, pero luego aterriza, ve lo que tiene que hacer y continúa en su vida soñando que pronto volverá a caminar por el sendero que quedó inconcluso.

Aterrizo del viaje, pero dejando varias puertas abiertas, varias ilusiones por cumplirse, varios lugares por descansar, varias veredas por las cuales cruzar.

Sabiendo en el silencio de las calles, mientras camino a comprarme una cerveza para brindar por el recuerdo, que aún me queda vida para seguir suspirando y seguir renaciendo en el camino.

Este viaje fué el primer escalón de muchos que vendrán.

Saludos viajeros!

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