Cuando se mira atrás y se recuerda aquel camino que lo llevo a uno a ser lo que es ahora, alguien lleno de experiencias, encaminado hacia la realización de algunos sueños profundos, y allí, sentado en la tranquilidad que da el silencio, la mente rescata aquellas imagenes que serán imborrables.
Quien le quita a alguien su pasado, nadie. Y es por ello que el destino que uno forjó se vuelve fundamental a la hora de tomar decisiones. Todos hemos pasado por diversas pruebas que nos da la vida para llegar a ser lo que somos, y lejos de sentirnos mal, eso nos debe llenar de orgullo porque a partir de ahora podemos mejorar y ser cada día seres humanos más elevados.
La alegría y la tristeza se mezclan de forma constante, y esos extremos son los que forman nuestra vida. Al leer a un filósofo chino, comprendí que el verdadero sentido de esta vida es este instante y lo bueno que se saquede él. Luego todo pasará y los recuerdos traerán a nuestra mente esa emoción y esa tristeza o alegría de lo ganado o perdido.
Aprovechar una caminata, una conversación, tratar de dejar pasar todo como un río ayuda a fluir con los segundos y a ser uno con el instante mismo. La naturaleza, con su viento delicando que choca el rostro, nos abraza y conduce por la vida. Pues, gracias a ello, cada momento se transforma en la luz de esperanza que necesita nuestra alma para estar llena de vida y dichosa.
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