viernes, julio 13, 2007

El karma de los caracoles



De vez en cuando parece que los caracoles salen al encuentro de tu zapatilla, o que, adoctrinados en vivir sólo por un tiempo, se lanzan al vacío y a ese ¡crack! nefasto que se da cuando uno pisa su caparazón y terminan hecha una melcocha. Reiteradas veces, aunque no muchas, he pisado un caracol. Y el sentimiento que viene a tu mente es de autodesprecio, de compación por el ser desvalido. Te sientes como un gigante que mata a los enanos. Luego levantas la zapatilla o el zapato y vez como el caracol aplastado se estira como queso de pizza. Más de una vez alguien se habrá sentido tan culpable que cambió su vida. Dejo las drogas o se dedicó al altruísmo aunque nunca supo porqué, sólo que hizo algo que no debió.

Hace semanas que no piso uno, por más que llego en la noche y no se puede apreciar la acera. Garúa a menudo por las calles y pensando que están en la continuación del jardín, los caracoles avanzan rastreando con sus antenitas el recorrido pero en muy pocas oportunidades llegan a su destino. Hoy al levantarme abrí la puerta de mi casa y vi uno que trató de cruzar al otro lado del jardín. Estaba aplastado y el resto de lo que fue una lluvia lo cubría como en una piscina.

Creo que fue ayer, o antes de ayer, que me fije en la acera al llegar a mi casa. Fue algo casual, pero al bajar la vista aprecié un caracol tratando de cruzar. No había nadie más que yo en la calle. El frío es tan fuerte que hace que la gente no salga, y al verlo, decidido de pasar al otro lado y teniendo en su futuro mi zapatilla como sepulcro, cambié su destino. Me agaché y lo levanté, en homenaje a los otros caracoles que murieron avanzando. Me volví por unos minutos su cómplice, su amigo, vi sus antenitas como poco a poco iban ingresando a su cubierta volviéndose una especie de bolita y sin pensarlo lo lleve al otro extremo del jardín. Lo puse encima de una piedra para que con su baba pueda aferrarse y antes de entrar a mi casa vi como las sacaba nuevamente y rastreaba el lugar.

El caracol estaba inmóvil, sobreviviente de mi zapatilla, viendo el mundo otra vez y sabiendo que tenía más vida que la que su destino le ofrecía. Supongo que un caracol debe sentirse raro al verse como un gato, con más vida, al sentirse inmortal o logevo.

Supongo que allí, entre la cima de aquella piedra y viendo el jardín mojado, el caracol se sentiría un Dios entre los de su raza, el orgullo de los de su generación, el que puede dominar el mundo, con su Karma, lejos de las zapatillas de los hombres.

2 comentarios:

La-Roc dijo...

Ya que no pude comentar en tu post de despedida lohago en este...

Te deseo todo lo mejor del mundo y la salud suficiente para conquistar cada una de las nuevas metas que tienes trazadas.

Un abrazo fuerte desde las aguas del Mar Caribe y gracias por la ayuda desinterezada que me brindaste en cierto momento.

Rocío

Deicidio dijo...

Yo también me despido aquí mi buen broder, si vuelve Sabina vamos ah carajo! de todas maneras!
Adiós amigo!