A veces se piensa que el oficio de redactor en publicidad es algo sencillo, que la plata “entra bien fácil”, porque se trata de “escribir nomás” …
No es que sea un ejemplo, pero a mí me costó mucho ser redactor publicitario, la plata entraba con cuentagotas y eso de “escribir nomás” es mucho decir, porque la real realidad es que para escribir se tiene que aprender a hacerlo; para aprender a escribir hay que leer mucho, de todo, constantemente, hay que conocer el idioma con sus reglas y vericuetos, hay que aprender a escribir para publicidad y además de todo lo anteriormente dicho, tener la información necesaria …
La “materia prima” de un redactor de publicidad, como la de todos los que escriben, es la palabra y a ellas, hay que saber acomodarlas, jugar, darles el valor adecuado, además de – lo diría- casi, hay que acariciarlas …
“manejar” la materia prima y convertirla en algo usable, atrayente y convincente es un trabajo lleno de errores y algunos aciertos, con avances y retrocesos, tachaduras y borrones. Es usar la palabra justa y ajustar el número de palabras, tratando de que lo escrito sea un bocado rápido y a la vez sabroso; que deje un buen sabor y provoque …
Escribir para publicidad, requiere saber que, si se puede usar dos palabras para decir algo, tres resultan una multitud innecesaria y gritona …
Finalmente, lo más importante y que da pie al título de este artículo: HAY QUE SABER ACERCA DE LO QUE SE ESCRIBE, porque definitivamente nadie podrá escribir sino tonterías, sobre algo que, como se dice, “no conoce ni en pelea de perros” …
Es que escribir para publicidad, es comunicar y no se puede comunicar lo que no se conoce.
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