Es raro ir a un servicentro y encontrar cerrada con cinta adhesiva la puerta donde se venden las cervezas. La señorita, con el pragmatismo que la caracteriza, te dice que es "ley seca" y tú te acuerdas y en ese momento deben cambiar tus planes.
Pasas de comprar una cerveza a comprar una cajita de leche chocolatada y de comprar un piqueo, a comprar un kekito de vainilla. Luego, resignado, llegas a tu casa y abriendo las sábanas y cubrecamas, empiezas a comer tus dulces como si fueras un niño.
Los días de ley seca te dejan literalmente seco y los rostros que se ven por la calle refleja una impotencia extraña. Pero que le vamos a hacer, agradecer porque antes no eran 48 horas sino 72, y era peor.
Después de acabar el kekito me iré a descansar.
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