Cada vez que uno regresa de un viaje, no sólo arriba tu cuerpo, sino tus recuerdos. Aquellos momentos de mayor intensidad, de suave atardecer, de fronteras, caminatas, personas nuevas y sorpresa.
Uno descubre que es importante estar lucido para recordar todas las cosas vividas, y sabe que fue necesario ese viaje porque no habría mejor forma de madurar y disfrutar agradeciendo la vida.
Cuando uno regresa de viaje, hay muchas cosas por contar y mucha gente por recordar, hay muchos motivos para querer volver y muchos otros para saber que cada cosa que viviste quedará en tu mente para siempre.
Cada viaje, como cada momento de vida, es un milagros que merece la mayor gratitud: aquella que sale del alma y que es motivo para celebrar siempre.
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